Hoy, 11 de septiembre, México despierta con el dolor de otra tragedia; vidas perdidas, heridos y familias destrozadas

Hoy, 11 de septiembre, México despierta con el dolor de otra tragedia; vidas perdidas, heridos y familias destrozadas

MÉXICO.- Hoy, 11 de septiembre, México despierta con el dolor de otra tragedia prevenible. Seis vidas perdidas, 90 heridos, familias destrozadas. Una pipa con 49,500 litros de gas LP volcada en uno de los puntos más transitados del oriente de la Ciudad de México.

Lo que duele no es solo la pérdida, sino las preguntas sin respuesta:

¿Por qué la empresa Transportadora Silza operaba sin las pólizas de seguro obligatorias? ¿Cómo es posible que en 2025 sigamos permitiendo que bombas rodantes circulen por nuestras calles sin supervisión real?

Las imágenes quedan grabadas:

– Alicia arriesgando su vida para salvar a su nieta de 2 años

– Policías usando sus patrullas como ambulancias improvisadas

– Vecinos cargando cubetas de agua desde sus casas

– 28 autos convertidos en chatarra humeante

– Personas con quemaduras del 50% y hasta el 90% de su cuerpo luchando por vivir

La solidaridad mexicana brilló en medio del caos. Mientras las autoridades tardaban, fueron los ciudadanos quienes actuaron primero. Como siempre, el pueblo salvando al pueblo.

Pero la solidaridad no puede ser el único plan de emergencia de un país. No podemos normalizar que cada tragedia dependa del heroísmo ciudadano para minimizar las muertes.

Las víctimas no son números. Son padres que no volverán a casa, hijos que quedarán marcados de por vida, familias del Estado de México que solo venían a la ciudad a trabajar, a buscar mercancía para sus negocios.

Clara Brugada llegó rápido al lugar. Los bomberos trabajaron sin descanso. Los hospitales respondieron. Pero todo esto es reacción, no prevención.

¿Hasta cuándo? ¿Cuántas pipas más tienen que explotar? ¿Cuántos puentes más tienen que convertirse en crematorios al aire libre?

Hoy, mientras 19 personas luchan por su vida con quemaduras graves, mientras familias buscan desesperadas a sus seres queridos en hospitales, el resto de la ciudad sigue su curso normal. 

Y esa es quizás la tragedia más grande: nuestra capacidad infinita para olvidar, para seguir adelante, para aceptar que estas cosas «simplemente pasan» en México.

No. No simplemente pasan. Se permiten. Se toleran. Se olvidan.

A las familias de los fallecidos, a los 90 heridos, a todos los afectados: su dolor no será en vano si logramos que esta sea la última vez.

Pero seamos honestos: probablemente no lo será. 

Y eso es lo que más duele. 

MÉXICO ESTÁ DE LUTO

Por AGENCIAS

Redacción