Carta de un padre militar a su hijo
«Sí, hijo mío, soy Militar… Mi trabajo es modesto y tú lo sabes, pero dentro de su modestia tiene muchas satisfacciones.
Somos los malos de una sociedad que tanto nos necesita y tan mal nos paga, pero créeme, hijo, da gusto servir a los demás y nos sentimos importantes cuando salvamos una vida o protegemos a un inocente. Nuestra profesión es ingrata: Todos no arrojan ofensas e insultos cuando cumplimos con nuestro deber; todos quisieran que la ley se cumpliera sólo para los demás y no para ellos.
Tú sabes, hijo mío, que cuando salgo de la casa no sé si volveré a verte porque nuestro trabajo es de riesgo constante y en donde va la vida de por medio; así es, a veces tenemos que morir defendiendo la vida y la propiedad ajena mientras tú me esperas inútilmente para darme el beso con que a diario me das la bienvenida y entonces, hijo… Me duele decirlo pero ya no volverás a verme, porque habré entregado mi vida por un ingrata sociedad que tanto nos exige y nada nos da, si a veces no te veo es porque en este ingrato pero emocionante trabajo no tenemos horario, pues bien es cierto que trabajamos por horas pero en ocasiones por una necesidad del servicio nos doblamos en horarios, o nos ausentamos por un tiempo, lo siento, hijo, nosotros nunca decimos que no cuando sabemos que otros nos necesitan para su seguridad, porque es cierto que cuando la sociedad descansa o duerme nosotros estamos de pie y vigilando…
Quisiera poder estar a tu lado velando tus sueños, mirándote crecer, sonriendo conmigo pero me conformo con verte de vez en cuando; de todas maneras siempre estoy contigo, pensando en ti, porque nunca te olvido; ahora estudio para ser mejor y eso también me impide verte más tiempo…
Perdóname, hijo, me gusta ser Militar y lucho con mis compañeros para que tú y otros niños, jóvenes y adultos se puedan desarrollar con seguridad, por eso soy Militar, no importa que todos nos ataquen y la gente nos acuse de golpear o matar.
“Si supieras, hijo mío, con qué clase de gente nos enfrentamos diariamente: drogadictos, borrachos, asesinos e influyentes, todos ellos irrespetuosos y agresivos, y nosotros tenemos que tratarlos como gente decente, esto nos lastima y nos humilla, que no sepan y que no se den cuenta de que también somos seres humanos, y que nos duelen los insultos y las agresiones.
Demonios, que crean que estamos obligados a aguantar todo porque somos los militares olvidados de Dios.
Hijo mío, quiero que comprendas y que sepas que por ser militar no puedo atenderte como mereces y darte lo que necesitas; sólo puedo dejarte como herencia: mi honor, mi orgullo y mi dignidad de hombre.
Recibe un abrazo con mucho cariño… Tu padre”.
Y RECUERDA QUE MIENTRAS YO VIVA SIEMPRE CONTARAS CONMIGO